18.8.09

Brasil: Bahía, por ese palpitar

Doña Canó vive en Santo Amaro -a unos 70 km de Bahía- y no suele ir a San Salvador a menos que haya una razón especial. Cuando el actual presidente de Brasil, Luiz "Lula" da Silva, quiso conocerla, tuvo que ir hasta su casa -siempre de puertas abiertas- en el 179 de la Av. Ferreira Bandeira. Quizá porque Claudionor Veloso -mejor, Doña Canó- lo amerita: es una institución bahiana, con sus 101 años, a punto de cumplir los 102, el próximo 16 de setiembre. Secular y memoriosa; enjuta y de ojos vivaces, es la madre de Caetano y María Bethania, dos músicos geniales nacidos en esta región de azúcar, café, arena y mar.

Como un prodigioso caldero

Tierra de poetas como los inefables Vinicius de Moraes y Dorival Caymmi -ambos vivieron en Itapuá, la playa más conocida del litoral-, Bahía es un caldero prodigioso donde se guisaron las prosas de "Doña Flor y sus dos maridos" y de "Gabriela, clavo y canela" por quien supo marinar los placeres de la carne con los de la poesía, don Jorge Amado.

Se ha dicho hasta el hartazgo: Bahía es un vientre fértil del que surgieron cientos de artistas como Joao Gilberto (el padre de la bossa nova), intérpretes como Gilberto Gil, voces como la de Daniela Mercuri o María Creuza, y ritmos sincréticos afro-pop brasileños como los que identifican a Carlinhos Brown, quien toma su nombre del rey del soul, James Brown y de H. Rap Brown (ambos exponentes de la música negra).

Un viaje al corazón de la ciudad no admite la mirada distante, "de postal". No se puede "hacer turismo aséptico" en Bahía. Es imposible no involucrarse con sus historias, su magia, su espíritu profano y su sagrado catolicismo saturado de iglesias.

Es inútil sustraerse a los perfumes intensos del aceite de dendé, donde crujen esos camarones enrojecidos de pimientas que impregnan el aire.

Y aunque uno se resista, el cuerpo no obedece y se va, calle abajo, sambando al compás del berimbao. La música ao vivo se improvisa en las esquinas al ritmo de lo que haya para golpear en síncopa o se filtra a través de las janelas (esas ventanas felizmente entreabiertas) que dejan entornadas los tabuleiros (bares típicos con mostrador) para que escapen los vapores de la cachaça, el humo de los cigarros y las melodías antiguas de algún chorinho.

No se puede hacer "turismo distraído". Y menos aquí. Fue la primera ciudad de Brasil y su capital, entre 1549 y 1763. Hoy tiene casi 4 millones de habitantes y el ochenta por ciento son negros.

Como dijo Amado: "Su misterio te envolverá; jamás podrás olvidarla. El aceite de su densa belleza te bañó, su realidad mágica te perturbó. Le darás tu corazón para siempre".

Las dos ciudades

Negros africanos, portugueses y nativos. Una mixtura con buena parte de mulatos. Música, comida y poesía. He aquí de qué está hecha la ciudad, amén de sus paisajes. Construida sobre los morros de una península con costas caprichosas, San Salvador está partida en dos: la ciudad baja, portuaria, y la alta, donde está lo más preciado, el Pelourinho, su casco colonial, Patrimonio Cultural de la Humanidad (UNESCO, 1985).

Un acantilado provoca el cisma pero las distancias se salvan gracias a funiculares, autopistas y el emblemático elevador Lacerda (hecho en 1873, que usan a diario unas 35 mil personas). Justo frente a este ascensor está el Mercado Modelo Beira Mar, un edificio neoclásico de dos pisos, inaugurado como aduana en 1861 y devenido en feria en 1912.

Es famoso por sus artesanías, sus comidas típicas y sus ilustres visitantes: antes, Jean Paul Sartre, Simone de Beauvouir, Pablo Neruda, Aldous Huxley y Orson Wells. Ahora, Gabriel García Márquez, Leo DiCaprio o Ana Belén, entre otros.

Aunque quien dejó la mayor impronta fue, sin duda, Jorge Amado. Sus novelas de mulatas con mal de amores, fogosos burdeles y poderosos hacendados nacieron con manuscritos hechos sobre las mesas de los bares del Mercado.

Sus relatos se inspiraron aquí. "En Bahía, la cultura popular entra por los ojos, por los oídos y por la boca", escribió en "Bahía de todos los santos", en 1945.

En 1977, Amado rehízo el libro y lo transformó en una guía de la vida cotidiana de los bahianos más marginados, el misticismo y la musicalidad citadinas.

Un escenario emblemático

Es en su casa del Pelourinho -tenía otra en Ilheus, junto a la playa- donde está la Fundación que lleva su nombre y guarda su obra. Es también aquí donde se encuentra ubicado el Largo do Pelourinho, la plaza que tomó el nombre de la estaca donde se castigaba a los esclavos.

Alrededor, las fachadas de las casonas que fueron de los ricos fazenderos, después ocupadas por los sin techo y luego recuperadas y pintadas de rosa, azul, verde y amarillo.

Este es el escenario icónico de Bahía, rodeado por cinco iglesias barrocas, bañadas en oro puro. Sobre una de estas callejuelas empedradas y próximas, está la Escola de Sabor e Arte, la misma donde estudiaba Doña Flor.

La directora -doña Edna Leal- supo preservar la tradicional cocina bahiana, mezcla de ingredientes africanos como el dendé (aceite de palma) y pimientas fuertes, que iban a fusionarse con la mandioca y el coco de los aborígenes, y los cocidos portugueses.

Gran paradoja y mejor ejemplo éste, el de la comida, que no separa el menú del conquistador y el conquistado, que pone en el mismo plato la moqueca de peixe (con dende y leche de coco), el vatapá (con jengibre, maníes y camarones) o los beiju (finas galletas de tapioca). La típica, es una cocina de tres continentes con marcado influjo africano. Y es una culinaria de ofrendas a los Orixas (divinidades afrobrasileñas) preparada por las primeras cocineras africanas con recetas "transliteradas" y servidas en bandeja de plata a sus amos.

En algunas esquinas, negras de blanco con varios discos de faldas almidonadas, preparan los tradicionales acarajés, unos bollitos de verduras y mariscos. En otras, grupos de Capoeira reviven la lucha de los esclavos y los tambores redoblan la herencia africana.

Los cuatro elementos

Misteriosos son los terreiros del Candomblé, espacios de culto a los Orixás y las deidades de los Yoruba (con origen en Nigeria), que simbolizan los cuatro elementos. En el panteón, se venera a Oxalá Dacum que es la Paz y el Amor y a Yemanjá, diosa del Mar y la Fertilidad.

Y si bien en lo religioso la fuerza católica separó los ingredientes que la gastronomía mezcló, los dioses se colaron en ese gran pastel y, para no morir, cambiaron de nombre: Yemanjá trasmutó en Nuestra Señora de la Concepción y Oxalá en el Sagrado Corazón de Jesús. El último día del año, la imagen del Bom Jesús sale de la Iglesia de Boa Viagen y visita a la Virgen en la iglesia de Concepción da Praia.

Miles de barcos, miles de velas

Lo hace a bordo de un saveiro -una barca típica- acompañado de miles de embarcaciones. En este navío del Señor dos Navegantes, Yemanjá está de polizón. Su fiesta será recién el 2 de febrero y en la playa del río Vermelho. Será el momento en que los favelados bajarán del morro y se mezclarán con los turistas, pescadores y todo aquél que tenga fe.

La noche se iluminará con miles de velas y se arrojarán al mar canastos repletos de flores de color blanco, barquitos de papel con pedidos y promesas, y también un gigantesco pez de madera.

Nadie nunca las contó, pero dicen que Bahía tiene 365 iglesias -tal vez, sean más- y una de ellas es la más visitada. Está en una pequeña colina y es la de Nosso Señor do Bomfim, el salvador de los náufragos y el señor de la lluvia.

Aquí están las fitinhas, esas cintas de colores que se atan a las muñecas. La fiesta de Bomfim es a mediados de enero y dura una semana. Entre los crucifijos y la iconografía del santoral católico que representa a este protector de los navegantes, está escondido Oxalá, descubierto por los miles de fieles que, agradecidos, le llevan el pago de sus promesas. Cuestión de fe. Y aquí es lo que sobra.

Todas las voces

Los músicos son la voz de Bahía. Llevan sus canciones por todo el planeta y sus versos reflejan la dura realidad nordestina. No todo es amor, playa y mar en las letras brasileñas; no todo es un romántico paisajismo. Esa suerte de tradición lírica del canto popular se quebró cuando "Pedro pedreiro", la canción de Chico Buarque, introdujo contenido político al narrar las desventuras de un obrero de la construcción.

En los 60 y a fines de esa década, el Tropicalismo o la Tropicália tuvo un abanderado, Caetano Veloso. Y miles de músicos afiliados a ese movimiento escribieron las verdades de un Brasil real. No fue como la bossa-nova que había nacido con un fin artístico, sin compromiso social. Dictadura militar y exilios mediante, los cantautores regresaron a sus filas y proclamaron la libertad, pero nunca abandonaron la descripción de su exultante natureza.

La letra de "Samba da Bencao", que Vinicius de Moraes compuso con Baden Powell, dice: "Porque el samba nació allá en Bahía" y, afirman los que saben, que la bossa-nova también, ya que serían las lavanderas de Juazeiro (ciudad natal de Joao Gilberto) a quienes él habría escuchado canturrear al compás repiqueteado de sus tablas de fregar.

Una identidad única

Traje de baño, protector solar, sombrero, ojotas... Tudo bom y en cualquier época del año, porque la temperatura media del agua es de 26 grados. Pasajes, documentos, dinero y expectativas previas al viaje. Tudo legal. Pero e bom demais advertirlo: aquél que decida conocer Bahía lleve toda su sensibilidad, porque será una vía ineludible para conocer la "bahianidad", un sentir y un ser únicos, que quedarán para siempre en la memoria emocional.

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